Comentario
Protagonista esencial de la conquista del país de los incas fue Francisco Pizarro, un oscuro español natural de Medellín y que se formó como soldado en Tierra Firme a la sombra de Ojeda, Balboa y Pedrarias. Participó en la fundación de San Sebastián de Urabá y de Santa María la Antigua, y se estableció luego en Panamá, donde oyó hablar de un país muy rico llamado el Virú o Pirú, que estaba al sur del golfo de San Miguel. Para descubrirlo organizó una compañía con Diego de Almagro y con el padre Luque. El clérigo puso la mayor parte del dinero, aunque se convino repartir el botín por partes iguales. Fletaron una embarcación llamada Santiago y alistaron a 112 hombres, todo lo cual sobrepasó con mucho los 6.000 pesos que habían logrado reunir, quedando endeudados. Con el barco y los hombres salió Pizarro de Panamá en 1524, mientras su socio Almagro se quedaba haciendo acopio de mayores efectivos.
Pizarro navegó hasta Puerto Piñas y Puerto del Hambre, donde además de infinitas penalidades cosechó siete heridas. Regresó a Chochama, en el actual Chocó colombiano encontrando allí a su socio Almagro. Este había partido tras él y llegado a Puerto Quemado, lugar en el cual trabó un gran combate con los indios del que resultó tuerto, por lo que se le conocería más tarde como Almagro el tuerto, para diferenciarle de su hijo Almagro el mozo, que también dio mucho que hablar.
Pizarro y Almagro no se desanimaron y prepararon la segunda salida, que hicieron en 1526. Llegaron hasta la costa de Barbacoas y Atacames. Ante el hambre y la hostilidad de los indios decidieron replegarse a la isla del Gallo. Aquí se quedó Pizarro con los soldados, mientras Almagro regresaba a Panamá por refuerzos. Algún soldado descontento logró introducir en un ovillo un mensaje para el Gobernador de Panamá, don Pedro de los Ríos, informándole de los desastres. El Gobernador envió entonces a Tafur con orden de recoger a todos los hombres y llevarles a Panamá. Pizarro se negó a volver derrotado y tuvo un gesto que ha pasado a la Historia como característico de los conquistadores. Trazó una raya en el suelo con su espada e invitó a los que desearan aventuras y riqueza a pasarla. Trece hombres la cruzaron, los llamados "Trece de la fama": el resto volvió a Panamá. Pizarro y sus compañeros se trasladaron entonces a la isla Gorgona. Allí esperaron pacientemente la resolución del Gobernador, quien finalmente autorizó los refuerzos. Llegaron en un buque pilotado por Bartolomé Ruiz. De los Ríos dio un plazo de seis meses a Pizarro para concluir su descubrimiento.
Pizarro embarcó a sus hombres en la nave de Ruiz y navegó hacia el sur. En 1528 costeó el resto de la actual Colombia y el litoral ecuatoriano, arribando finalmente a Túmbez. Era la antesala del imperio inca. Salieron a recibirle multitud de canoas. Pizarro envió a tierra a Alonso de Molina y a un negro, para explorar. Luego mandó al artillero Pedro de Candía, que volvió contando excelencias del lugar: Había visto oro y plata a raudales, unos ovejos raros (las llamas) y vistosas ropas de algodón. Aseguraba, además, que en la ciudad había un convento con vírgenes (se trataba de las acllahuasi o escogidas del Inca). Los españoles continuaron costeando hacia el sur y alcanzaron la desembocadura del río Santa. El viaje fue una sucesión de sorpresas maravillosas y los expedicionarios concluyeron que aquella tierra era aún más rica que la de los aztecas, cuya fama había corrido por toda América. El 3 de mayo de 1528 regresaron a Panamá. Los socios dispusieron entonces exponer su descubrimiento al Emperador y lograr la capitulación de conquista de la tierra. Se encargó ir a España a Pizarro, quien partió llevando numerosos presentes: unas hachas con los cabos chapeados de oro, mantas finas de algodón, los ovejos, etc. El 26 de julio de 1529, firmó en Toledo la capitulación. Por ella sería nombrado Adelantado y Alguacil Mayor de Nueva Castilla (nombre con el que bautizó al Perú). Almagro sería hidalgo y alcaide de la fortaleza de Túmbez y el padre Luque Arzobispo de la misma ciudad, a la que se había denominado ya la Nueva Valencia. El piloto Ruíz fue nombrado Piloto Mayor de la Mar Austral, Candía artillero mayor del Perú y los Trece de la fama fueron ascendidos a la hidalguía. Resultaba así que Pizarro se había quedado con la parte del león, dejando a sus socios las migajas.
Pizarro pasó por su ciudad natal para incorporar a la hueste conquistadora a sus hermanos Herrando, Juan y Gonzalo, a su hermano de madre Francisco Martín Alcántara y a una veintena de paisanos. Con ellos se trasladó a Sanlúcar, donde embarcó para Panamá. Al llegar a esta ciudad, tuvo varias diferencias con sus socios a causa de lo capitulado, pero todo se solucionó de momento, ante la perspectiva de la conquista.
La tercera y última expedición salió de Panamá a fines de enero de 1531 con tres navíos. Una vez más, Pizarro iba en vanguardia y Almagro se quedaba en Panamá reclutando hombres y comprando vituallas y armas para reforzarle. Pizarró repitió el recorrido del segundo viaje y llegó a Túmbez. Allí pudo comprobar todas las exageraciones de Candía y quedó decepcionado. La ciudad acababa de sufrir, además, los estragos de la guerra civil motivada por las diferencias entre Huáscar y Atahualpa. Repuesto de la sorpresa decidió internarse en el país. Cruzó una zona desértica y arribó a Tanará, lugar en el que fundó la población de San Miguel, en julio de 1532. Dejó una pequeña guarnición y prosiguió al sur, hallando ya tierras bien cultivadas. En Caxas recibió al fin noticias del Emperador Atahualpa, a quien había enviado varias comunicaciones. Se trataba de unos patos desollados con los que venía un mensaje que decía: "De esta manera os ha de poner los cueros a todos vosotros si no le volvéis (a Atahualpa) cuanto habéis tomado en la tierra". Pizarro hizo caso omiso de la advertencia y continuó, adelante, por lo cual recibió otro mensaje del Inca citándole en Cajamarca, donde pensaba acabar con los españoles.
Pizarro abandonó la costa y empezó la subida a la sierra. El 15 de noviembre llegó a Cajamarca. Se trataba de una típica ciudad incaica de sierra, totalmente abandonada. Se instaló en ella y empezó a estudiar su defensa para el momento en que arribara el Inca. No tardó en aparecer, pero no quiso entrar en la ciudad. Acampó en sus proximidades. Los españoles quedaron aterrados al ver un ejército tan numeroso. Pizarro envió a sus hermanos a cumplimentar al monarca y uno de ellos hizo una exhibición para atemorizarle, lanzando su caballo al galope y frenando ante el mismo Inca quien, lejos de inmutarse, le dijo que al día siguiente iría a visitar a su jefe para exigirle la devolución de cuanto había hurtado a su pueblo.
El 16 de noviembre de 1532 Atahualpa se dirigió a Cajamarca, tal como había prometido. Iba en una litera de oro, rodeado de señores, y acompañado por unos diez mil indios. En vanguardia iba un escuadrón limpiando el suelo y colocando mantas sobre él. El Inca llegó a la plaza principal donde le esperaba Pizarro. Se le acercó entonces el padre Valverde, capellán de la hueste, para leer el Requerimiento. Un intérprete, el indio Felipillo, fue traduciendo las palabras del sacerdote. El Inca interrumpió el discurso y dijo algo que el religioso interpretó como dudas sobre la fuente de autoridad de lo que decía, y señaló entonces la Biblia. Los cronistas Trujillo, Jerez, Estete y Ruiz de Arce coinciden en afirmar que Atahualpa tiró entonces la Biblia, lo que puso furioso al Padre, que se volvió indignado a Pizarro pidiéndole atacar. El Inca Garcilaso nos da una versión bastante sensata del asunto y es que el indio Felipillo fue incapaz de traducir las palabras del Padre Valverde, pues no sabía español, ni quechua, ya que procedía de la isla de Puná. Además, había expresiones intraducibles hasta para el más experimentado políglota, como eran las de Santísima Trinidad, etc. por lo que el Inca se quedó tan asombrado que dijo "Atac", palabra que en su lengua quería decir "!Ay dolor!", lo que fue interpretado por los españoles como la orden de ataque. Esta última parte es poco creíble, pero no así la perplejidad del Inca al escuchar a un indio de Puná aquellas cosas tan extrañas y confusas. Lo cierto es que en aquellos momentos sonó un tiro de arcabuz y se agitó una toalla blanca en el aire. Eran las señales convenidas para el ataque español. Pizarro se puso la armadura, se disparó la artillería, salieron los jinetes al galope por las calles y atacaron los infantes al grito de Santiago. Los indios se asustaron, como era de esperar, y Pizarro aprovechó el desconcierto para abrirse camino hacía el Inca, seguido de 25 soldados. Dio muerte a los guardianes y se apoderó de su persona, lo que aterrorizó a los naturales, que huyeron en desbandada. La batalla duró una media hora, que fue lo que tardó en caer el imperio inca.
Al día siguiente Atahualpa ofreció a Pizarro un rescate a cambio de su libertad (?): una habitación llena de oro y dos de plata. El Adelantado de la Nueva Castilla aceptó. Empezó a reunirse el tesoro, recogiendo metales preciosos en todos los templos del imperio. Atahualpa fue luego procesado por haber mandado matar a su hermano, por incesto, ya que se había casado con su hermana, y por hereje contumaz al rechazar el bautismo cuantas veces se le propuso. Fue ejecutado el 26 de julio de 1533.
La resistencia inca prosiguió por parte de los quiteños, los más fieles a Atahualpa. Sus ejércitos, dirigidos por prestigiosos generales, intentaron salvar lo que quedaba del imperio. Pizarro se dirigió hacia Cuzco, donde tuvo un encuentro con las tropas quiteñas. Entró en la capital el 14 de noviembre del mismo año. Un enorme saqueo de los templos terminó con lo que quedaba del culto al sol. El Gobernador envió desde allí una expedición para que descubriera y tomara posesión del lago Titicaca, del que tanto hablaban los naturales. El 23 de marzo de 1534, Pizarro ordenó repartir los solares de Cuzco a los nuevos pobladores españoles. La ciudad no sufrió los estragos de la guerra y siguió con su vieja traza incaica. El conquistador del Perú no quiso instalar allí la capital de Nueva Castilla porque estaba muy lejos de la costa, lo que dificultaría recibir refuerzos en un momento determinado. Tornó hacia el litoral y en el camino fundó Jauja (25 de abril de 1534). Aquí hizo el primer reparto de encomiendas, bastante injusto, por cierto, pues desconocía la tierra, por lo que dio a unos mucho y a otros poco. Luego se dirigió a la costa y a orillas del río Rimac, muy cerca de un puerto que pronto se conocería como El Callao, fundó la ciudad de Los Reyes el 18 de enero de 1535, verdadera capital de su gobierno y futura sede virreinal. Poco después, el 5 de marzo del mismo año, asentó Trujillo, en homenaje a su ciudad natal. Con ello se completaría el primer conjunto poblacional del Perú. Las disparidades entre almagristas y pizarristas motivaron el asesinato del Marqués de Cajamarca en 1541, año que puede considerarse el término de esta conquista.